Es momento de reformas

Unos y otros parecen encontrar en las reformas del hogar la solución, siquiera para salir del paso, a sus problemas. Las solicitudes para cambiar el baño, tirar tabiques y ampliar habitaciones o transformar la cocina, se multiplican. Lo bueno es que la oferta también ha crecido, basta con echar un vistazo a las farolas y a las marquesinas de autobús. Los anuncios de venta de viviendas de segunda mano se han visto sustituidas por los ofrecimientos de carpinteros, fontaneros, electricistas y albañiles para realizar desde sencillas chapuzas a domicilio hasta reformas de más calado e incluso integrales. Los precios de estos profesionales sin empresa detrás que los avale son normalmente más baratos, pero muchos de estos trabajadores carecen de licencia y de seguro de responsabilidad civil. Es un aspecto a valorar antes de su contratación: el recorte de gastos puede suponer un recorte de garantías. Por ello, es conveniente informarse y comprobar que se contrata a profesionales no sólo fiables como personas sino también con todos los documentos en regla. El Instituto Nacional de Consumo (INC) cifra en apenas 38.000 las reclamaciones recibidas el pasado año por trabajos realizados en viviendas particulares por fontaneros, albañiles, carpinteros y otros gremios, lo que supone un exiguo 3% del total de las reclamaciones que tramita anualmente este organismo. Los expertos en economía doméstica de CONSUMER EROSKI aconsejan fijarse en el cumplimiento de plazos de la obra y asegurarse de la profesionalidad de las empresas u operarios contratados. También conviene comprobar que el presupuesto no exceda lo razonable y que incluya el IVA. Una reforma en el hogar es un largo proceso que exige una planificación concienzuda, si se prefiere evitar tanto problemas como gastos innecesarios.

Dos decisiones: qué reformar y cuándo

Antes de sumergirse en el universo de las revistas de decoración en busca de inspiración e ideas para aplicarlas en los 70-90 metros cuadrados de nuestra vivienda, conviene plantearse de manera objetiva la reforma a realizar. Mejor, por ejemplo, no cambiar el alicatado y los muebles del baño sin sanear antes las cañerías viejas que, a medio plazo, darán problemas y exigirán una obra de mayor envergadura. La segunda decisión es la del momento más apropiado para meterse en harina o, más bien, en cemento. Muchas reformas son de tal calibre, resultan tan invasivas con su ruido, escombros, polvo, y movimiento de personas y materiales, que obligan a la familia a abandonar su vivienda hasta que las obras finalicen. De ahí que los meses de junio, julio y agosto sean los más adecuados para acometer grandes reformas. Al coincidir, al menos en parte, con las vacaciones se dispone de una mayor movilidad por parte de la familia, tanto para alquilar otro piso como para trasladarse a la casa de parientes o vecinos dispuestos a ayudarnos. Tan importante como el presupuesto facilitado por los contratistas es conocer cuándo estarán libres para iniciar la reforma. De poco sirve conseguir una tarifa baja y competitiva si hay que esperar cinco meses a que el albañil, el pintor o el fontanero puedan entrar en casa. La coordinación perfecta entre los gremios es imposible, seamos realistas; se trata de conseguir y consensuar con ellos una planificación viable y, cómo no, de insistir, y exigir, a todos los profesionales para que cada uno de ellos cumpla su compromiso. También conviene tener planes B, por si algún gremio no cumple con las fechas y se demora en exceso.

Si se quiere lograr un buen servicio al mejor precio posible, la mejor iniciativa es pedir el mayor número de presupuestos posible, entre tres y cuatro como mínimo por gremio, y compararlos entre sí. El cliente debe exigir la entrega del presupuesto por escrito, y que en este se precise la cantidad, calidad y precio de los materiales a utilizar, así como el importe de la mano de obra y la fecha de inicio y finalización de los servicios. El documento debe incluir las formas de pago y los datos de identificación de la empresa. Ante presupuestos con precios llamativamente bajos, conviene ser prudente: lo más habitual es que una vez finalizada la obra, la factura sea muy superior a la presupuestada. Los motivos para incrementar los costes nunca faltan, pero los presupuestos se hacen precisamente para evitar ese tipo de sorpresas. Es por ello que hay que preguntar, antes de que se inicie la obra, qué incluye el presupuesto y qué se puede cobrar que no esté incluído en él. Porque lo de “han surgido problemas no previstos” es un argumento que puede valer para casi cualquier circunstancia. Por otro lado, hay que saber que si el ciente se niega a aceptar el presupuesto ya realizado porque no le parece satisfactorio, la empresa puede exigirle el pago de cierta cantidad de dinero por el tiempo invertido en la realización del documento o, en su caso, también por la visita al domicilio. Pero sólo hay que abonar ese coste si antes nos han informado de que se cobra la realización del presupuesto; de lo contrario, el cliente puede negarse a abonar el dinero reclamado. Otro consejo es desconfiar de los presupuestos verbales. Una vez que se firme el papel en el que figura el precio total de la reforma, se convierte en un contrato cerrado que no admite cambios ni sorpresas de última hora que se traducen en un incremento del precio. Todas las variaciones que pueda sufrir el presupuesto, debidas a cambio de materiales, utilización de otros más caros, necesidad de más horas de trabajo, se deben consultar al cliente y reflejarse por escrito.

Mano de obra cualificada y que paga impuestos

La crisis ha dejado en la calle a muchos trabajadores de gremios relacionados con la construcción; la única opción de seguir en el mercado laboral ha sido, para algunos, reiniciar como autónomos la actividad que venían desempeñando como asalariados por cuenta ajena. Sin embargo, otros toman un atajo para seguir trabajando: ni papeleo burocrático ni alta en el Régimen de Autónomos, ni pago de impuestos. Si decide confiar en uno de estos profesionales, conviene extremar las precacuciones. El ahorro puede ser significativo pero conviene hacer bien las cuentas y comprobar que los gastos en los materiales, la tramitación de licencia de obra, el uso de contenedores en vía pública y el montaje del andamiaje exterior se recojan en el precio final. Estos operarios pueden no disponer de seguro de responsabilidad civil, de manera que ante un accidente o desperfecto difícilmente se harán cargo de los gastos derivados de los mismos. La relación tampoco está exenta de riesgos, ya que carecen de licencia fiscal y no realizan su declaración trimestral del IVA. Y si la persona a quien contratamos no realiza la declaración de IVA, no se podrá, en su caso, efectuar una reclamación por la vía judicial, con independencia de que al cliente le hayan cobrado el IVA. Es lo que se conoce como el “falso IVA”. Por ello hay que comprobar que la factura incluye el NIF y el número de identificación fiscal.

No adelante dinero, a poder ser

Una vez aceptado el presupuesto, es habitual que se exija al cliente un adelanto antes de iniciar la obra. La empresa está en su derecho de pedirlo, pero hemos de intentar no adelantar ese dinero. Si no queda más remedio que hacer este pago, conviene pactar que la cantidad no sea elevada y, por supuesto, exigir una factura o comprobante del adelanto. Una cantidad razonable para la señal será la que no supere el 25% del importe total, pero representará en ningún caso más de la mitad. Y no debe pagarse el total de la obra hasta que finalice al 100%: los pequeños detalles que siempre faltan para terminar cualquier reforma y cuya resolución se alarga en el tiempo tienden a ser solucionados mejor y más rápido por los gremios si queda aún una parte de la factura por pagar. Por ello, antes de completar el pago, hay que revisar con mimo que la reforma se haya realizado tal y como se acordó, y sin imperfecciones ni defectos. Lo mejor es tomarse un tiempo para comprobar el acabado y los materiales utilizados. Es posible que durante las obras se hayan usado componentes de segunda mano, como cableado, llaves y perillas de luz. Esto sólo puede hacerse con consentimiento del titular de la vivienda y debe significar un abaratamiento de los costes. La garantía de los materiales usados es de sólo de un año, en lugar de los dos años de que gozan las piezas nuevas.

Si, una vez finalizados los trabajos, el cliente detecta algún defecto o deterioro del mobiliario, paredes u objetos del hogar debido a la actividad de los trabajadores, puede negarse a pagar la reforma hasta que se repare el daño causado. Y, si ya ha pagado, reclamará a la empresa, en primera instancia puede hacerse de modo oral y con tono amable; si no se le atiende adecuadamente, puede recurrir al camino oficial mediante una reclamación en toda regla. Una vez terminada definitivamente la obra y comprobado que todo está a gusto del propietario, se debe abonar, en los términos y plazos pactados con cada gremio, el dinero acordado. La cuantía de la factura ha de corresponder al presupuesto aprobado. En ella figurará la identificación del cliente y de la empresa, la descripción de los trabajos, el precio desglosado de materiales, mano de obra y salidas, y los impuestos. Además de exigir una factura en regla y con el IVA añadido, conviene solicitar que se incluyan en ella los términos de la garantía de la obra. Tanto factura como garantía estarán fechadas, selladas y firmadas por el cliente y por el prestador del servicio.

Coordinadores de gremios: ¿necesarios?

Enfrentarse a la reforma de una vivienda requiere, además de tiempo, habilidad para contratar los diversos gremios y una buena dosis de paciencia para soportar los inevitables retrasos, las equivocaciones y las consecuencias de una posible mala convivencia entre los distintos profesionales. Y, en su caso, entre estos y los propietarios de la vivienda. La figura del coordinador de gremios, único interlocutor entre el cliente y los profesionales que intervienen de la obra, surgió hace no demasiado tiempo pero ha sabido hacerse un hueco en el mercado. Las ventajas que aporta son muchas, y el inconveniente sólo uno, su coste: estos coordinadores acostumbran cobrar entre el 5% y el 10% del importe de la obra. Es una opción tanto más eficiente cuando la reforma es de mayor calado y cuando el cliente tiene poco tiempo, poca paciencia o escasos conocimientos sobre estas cuestiones. El ahorro en tensiones y enfados es importante, pero si hay problemas con los gremios, el coordinador tampoco es garantia de resolución. Además, normalmente, estos gestores de gremios tienen su propia cartera de proveedores, de ahí que la capacidad para proporcionar precios competitivos no es su punto fuerte. Si la decisión que se adopta es trabajar con un coordinador de gremios, mejor contratar a una empresa seria y de la que se tienen buenas referencias, y a la que se pueda exigir que los términos de la relación se reflejen en un contrato de obra en el que figuren el porcentaje que cobrará y los plazos de fin de obra, así como el recorte en el precio final por cada día de retraso.

Para evitar problemas…

– No contrate a un “chapuzas”, mejor elija a un profesional con referencias.

– Si es un trabajador autónomo, verifique su DNI o NIF. Si es una empresa, cerciórese de que esté dada de alta en el Impuesto de Actividades Económicas, apunte su número de registro empresarial y el código de identificación fiscal.

– Elija un equipo de profesionales con seguro de responsabilidad civil, ya que responderán a daños extracontractuales (los que afectan a vecinos, a las lonjas)

– Si la reforma es integral o piensa cambiar cocina y baño, deberá encontrar una vivienda alternativa hasta que las obras finalicen. Planifique este tema al detalle, cualquier imprevisto o cambio de última hora dilatará el proceso de reforma y puede aumentar los costes.

– Consiga entre tres y cuatro presupuestos por cada gremio. Informarse y comparar es la mejor forma de dar con la mejor relación calidad-precio.

– Solicite presupuestos detallados y por escrito: materiales, coste por unidad, tiempo de mano de obra& Una vez aceptado, cualquier variación deberá serle notificada y reflejada otra vez por escrito.

– Desconfíe de los presupuestos verbales y de los muy baratos. Para despejar dudas, exija que le detallen lo que incluye el presupuesto y lo que no. Ahí radica la diferencia entre unos y otros.

– Si debe pagar un adelanto, abone la menor cantidad posible. En ningún caso esta señal superará la mitad del coste total.

– No abone el 100% del importe de la obra hasta que las obras hayan acabado del todo, incluso el más mínimo detalle. Acuerde efectuar una parte del pago (el 20% por ejemplo) justo al final de la obra.

– Una vez que los trabajos finalicen, revise al detalle los materiales empleados, así como el acabado final de la obra. Si el resultado no es el prometido o si ha descubierto daños o desperfectos, reclame a la empresa.

– En el momento del pago, deben entregarle una factura en la que además de toda la información de los trabajos (descripción de tareas, mano de obra&), figure la identificación del cliente y de la empresa. Además, los detalles de la garantía.

– Acepte la factura sólo cuando coincida con el presupuesto. Si ha sufrido alguna variación y no le ha sido notificada, puede negarse a pagarla.

– Exija facturas con IVA, fechadas, selladas y firmadas por ambas partes. Sin IVA no hay garantía

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